martes, abril 04, 2006

Mujer-arco

Hoy salí de nuevo de la casa. Sin razón. No
había razón de salir a sentarme al frío piso del baño público, pero tampoco
había razón para quedarme dentro de la casa. La mancha en mi interior sigue
extendiéndose... ¡sigue!

Nadie quiso escucharme cuando les dije que
la mancha se expandía, y ahora ya no puede detenerse, siete treinta y
cinco
. Les dije que queía alejarme y escapar, quedarme fuera de aquel
canasto enorme, cómo odio los canastos, me recuerdan ese sonido que hace el
mimbre cuando tratas de romperlo, un quejido mudo, un rechinido incompleto, una
canasta entre tus manos, que espera que la rompas pero en el fondo de su abismo
de canasta clásica e inmóvil save que no tienes el valor. Ese insoportable
sonido... es como si alguien tratara de abrir una puerta oxidada y no
pudiera más que entreabrirla lo suficiente para asomar la nariz y olisquear la
libertad.. ¿estás ahí? Ya son las siete cuarenta. El tiempo pasa muy lento
cuando se piensa en lo odiosos que son los canastos, y más aún cuando se siente
la furia de encontrar esa escabrosa semejanza del canasto con tu
vida.

La salamandra tecnológica grita: "¡Basta de
silencio! ¡No soportas un segundo más ahí, sola! ¡Tómame y llama!" Y me mira, la
muy cínica, con sus botones a la vista, sólo un clic y el silencio se convierte
en el cotidiano cotilleo, no te preocupes, así nunca vas a escuchar
tus sentimientos. Siete cuarenta y cuatro. Sé que estás
inspirada, nena, pero si no te decides a recordar tu lazo con el mundo te vas a
perder en tu soledad hasta que ésta se devore tu super-yo, y entonces te
recuestes en el mosaico y hagas el arco. ¿Cómo puede estar tan sola una
mujer-arco? Cualquiera querría tenerla cercana para recordar
Madrid.

Y entonces la salamandra se queda quieta.
Sé que vas a termunar por tomarme y llamar. Cero-cuarenta-y-cuatro...
cero-cuarenta-y-cuatro....
para qué. Déjalo así. Sólo trata de alejar tu
mente del canasto en que te tienen atrapada. Al menos no sigues la dinámica, te
estás resistiendo, aferrándote con-todas-tus-uñas a un trecho de mimbre del que
no te vas a mover, al menos por hoy.

Siete cuarenta y ocho. Los oídos
desgarrados por el rechinar de tus unñas en el mimbre. De aquí no me mueven. A
mí nadie me niega la mancha que hay dentro de mí. Ya no duele, pero nadie me la
niega.

Me vence la salamandra, y temo no
poder volver a la polvareda neuronal en que me encuentro. Si me comunico vuelvo
a callar mis más profundos temores, y pierdo lucidez.

Alguien jala la cadena del baño. No
hay agua, perdón por no avisar, pensé que como estoy sola en este baño, nadie
jalaría la cadena más que yo... pero la cadena fue evidentemente jalada,
el sonido es inconfundible, y eso que el agua no cayó nunca, esas cascadas
límpidas, las cataratas excepcionales de los escusados, novena maravilla del
mundo (la mujer-arco es la octava). Esas que encuentras a donde vayas, no se
decidieron a correr. La sequía vespertina de los excusados es terrible. Me priva
del mejor paisaje que puedo presenciar de aquí a las nueve... remolinos de agua
sobre la loza blanca, y, al lado, la mujer-arco. Digno de una postal turística.
Metafórico, sublime y además tan al alcance... al lado una puerta rechina y me
aterra que entre alguien y me vea aquí en mi esencia, como lo que soy, una
mujer-arco muy sola, acompañada por su salamandra tecnológica siempre
fiel, en medio de la sequía vespertina.

Pude haber huído, pero no tuve el ingenio. Siete cincuenta y siete, falta casi una hora, como no hay a donde ir me
pierdo con la pluma en el papel. Ya estoy aquí, ya entré, lo difícil es salir
satisfecha. Laberintos invisibles. Está temblando. Las placas tectónicas se
están cortejando. Más bien pasó un camión de mudanza. Si se cae el techo no me
aplasta, porque es de mentiritas. ¨pr eso tiembla al pasar el camión. Todo esto
me tranquiliza mucho. Las ocho. Quién lo diría. Veinticinco minutos
escribiendo sin parar y contando. La mujer-arco también escribe... pero está
sola. El sonido es mejor cuando no puedes describirlo con una sola palabra..
¿rechinido?, ¿pitido? No, no sirve. "Hule viejo fraccionando un metal
reluciente hasta las chispas". Eso es lo que oigo, o al menos, lo que oía. Me
tardé tanto en encontrar la metáfora que cesó el sonido. Y de nuevo mi
silencio.

Un avión se está estrellando, mil veces,
dentro de mí. Pero los aviones externos llegaron hoy a sus destinos, los pilotos
se estrecharon las manos y se fueron a dormir. En este día tan verde no hay
permiso para que se estrellen aviones. ¿Quién le dió permiso a mis aviones de
explotar? Demasiado tarde. Los salvavidas estaban bajo sus asientos, pero...
ahora ya no hay asientos. Sólo vacío. La caja negra, hundida muy dentro
del hígado de la mujer-arco. Ocho y cinco. La salamandra me atrae. EL NÚMERO TELCEL QUE USTED MARCÓ, ESTÁ OCUPADO. Esa maldita
salamandra... Me engañó, siempre con sus juegos, me hizo creer que estaba a
salvo de la locura de mi silencio y mi soledad pero me engañó. Típico de una
mujer-arco. La mujer arco está sola, solísima, y mañana el ruido la hará
olvidarse de su sonora soledad.

Siempre están los baños blancos para llegar
a recordar que, no importa dónde o cuándo, la mujer-arco está verde y sola. Y la
mancha crece... ocho y diez.



0 ¿Y ahora qué? :

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